Jueves en VOX

Finaly conocí los talleres de la editorial Vox. En realidad, no conocí los talleres, estuve en la casa de Gustavo López que vendría a ser casi lo mismo. Porque los talleres los tiene en otro lado. Un galpón no recuerdo donde. Cerca no pero tiene un lugar y eso siempre está bueno, separar las cosas.

Bueno, que había llegado con una hora de retraso. En Azul paramos a cargar gasoil y nos encontramos con que estaban remodelando toda la ruta y que la mar en coche y que por eso mismo nos retuvieron en esa estación de servicio en la que bajé y estaba llena de floggers.
Imaginate, el medio mismo de la nada misma y una estación de servicio. La ruta toda cortada por donde pasaban los coches de a uno por vez, primero los que vienen, después los que van. Parás en una estación de servicio, bien puesta, con dignidad aunque no a todo culo como las que están yendo a Rosario y entrás a comprar unos pañuelos descartables porque en el micro el aire acondicionado te está matando y recién son las cuatro de la tarde y zas: floggers y floggers y más floggers.
Adolescentes, bah.
Pero está de recontra moda.
En todos lados, encima.
"Buen", decís, y hacés la fila.

-Chicos, ¿quién es el último?
-Aquél - te dicen y te saluda un enanito por allá al fondo del local.
-¿Aquél chiquito?
-¿Chiquito? - se burla una nena de 16 o menos - Ese de chiquito no tiene ni los dedos de los pies.

Claro, es que está tan lejos que parece chiquito. Te parás al final de la fila y te das cuenta de que mide 1.85 por lo menos. Ah, claro. Es que acá todos se desarrollan antes por el asunto del báske. Porque parece que en algunas ciudades ponen aros de báske en las veredas para que los niños se diviertan. O eso dice la leyenda.

Ya fue, vuelvo al micro y me arreglo con las servilletas de las mesas.
Chicos: consejo... no lo hagan.
Esas servilletas que están en las mesas de los bares, colocadas en las cajitas de aluminio rectangulares que parecen hechas por toneladas porque no hay bar que no las tenga, son una mierda para usarlas de pañuelo. Te lastiman toda la nariz. No absorben. Si tenés agüita se mojan enseguida y terminás manchándote toda la mano. Un asco. Un verdadero despropósito. Es preferible comprar una bandeja de esos sámbuches de miga que te los venden a 5 points y se guardan al lado de la Levite de litro y medio, ponele, que según tengo entendido, el cajero tiene la obligación moral de entregarte una servilleta de tissue. En comparación a los pañuelitos de 1 pé, son toallones. También lastiman pero si tenés agüita por lo menos te absorbe y el dolor vale la pena.

Como no compré nada volví con las manos vacías y el chofer me miró entre desconfiado y confundido. Cuando se avivó (porque en la cara de culo le apareció una arruga de comprensión) le dije que estaba lleno y que si me quedaba a comprar los pañuelitos no salía más.
No contestó.
Es más, creo que la última frase no la escuchó porque me cerró la puerta en la cola antes de sentir un vientito en el ojo del culo que me pareció "esto significa guerra de almohadas en mi barrio".

Se hizo Punta Alta en el recorrido y me dispuse a llamar al amigo Gustavo. Eran como las once de la noche. Me dijo que me pasaba a buscar por la terminal y ge ni al li st ob ue ní si mo te ve oen un rat oa br az osa lu dos chau.
Jugaba River por la Copa y quise ver cómo salía así que prendí el mp3 y escuché todas las razones por las que Aguilar había viajado hasta México aunque ninguna era porque lo quería echar al Cholito. Al contrario. Parece que Simeone gozaba del total apoyo del Presi del club lo que me pareció una redonda estupidez: era obvio que José María Me Guardo La Plata del Quincho y Se Me Arma La de San Agustín Acro Aguilar había viajado a México para echar al Cholo pero que a la vista de los medios más-vivos de comunicación ésto significaba que él trataba de figurar como Papá Güity. En una de esas arranca el partido y no va que hace un gol River... y no va que hace otro. Yo no lo podía creer. Los relatores tampoco. Por eso supuse que había entrado en la dimensión desconocida y apagué el aparato y lo prendí. Por ahí me pasaba como en Continuidad de los kioskos.
Y así fue.
Prendí de vuelta y agarré otra radio.

Ya entrado a Bahía Blanca me dio curiosidad la 95.9 (que seguramente no sería la Chor & Pop) y me encontré con un partido de báske. No me acuerdo quién jugaba porque no sintonizaba bien. Pasa que yo compro tecnología por Mercado Libre y este mp3 lo habré conseguido en un chino, al fondo, detrás de donde se ubica el carnicero, en el depósito, donde te espera un oriental que habla muy pero muy bien castellano y parece más piola que Moreno y Manzano juntos y te da un papelito que dice garantía escrito a mano. De lo que sí me acuerdo es del cierre de transmisión:

"Muchas gracias por la atención dispensada queridos oyentes y los esperamos la semana que viene con otro partido blablablablabla"

¿"Dispensada"?
Parece que hablan idioma am por la fm. Y se quedaron en el ´45. Pero todo bien porque tenía ganas de escuchar bahiense y ver qué pasaba. Y no pasa nada.
A veces uno llega con tantas expectativas que se pasa de la raya y no tiene vuelta. Al final, todo depende de uno. Y, como muchos amigos ya saben, soy bastante prejuicioso, por eso me gusta tanto viajar, porque es como un balance: aprendo mirando charlando doliendo.

Llegamos con los bolsis arriba de la kangoo y me instalé en el living. Apenas le dije al Chicho que venía escuchando River se acordó de que él era hincha y pusimos el partido mientras el Milton se vio arrebatado de su momento de tranquilidad. Estaba leyendo y le caí con bolsos, gritos, anécdotas... pobre. Después hubo un ida y vuelta y me contó que la mañana del viernes viajaba a Pringles a ver al gran Arturo Carrera. Que hacían no sé qué chucha con un montón de pequeños cráneos de escritores y artistas plásticos (resulta ser que el pibe Milton es las dos cosas) y que estaba re pilas aunque le daba pena perderse la Fea pero que si nos veíamos el domingo podíamos armar un fulbito.

Nunca se hizo pero pegamos onda con el Milton: es una massa.

El Chicho, maestre cocinero, se preparó unas mila de pollo y nos alimentó al Milton y a mí con una dedicación que me recordó a mi viejo. Me puso meloso el asunto así que le mandé unos mensaje pelotudos a mi viejo del tipo "¿cómo anda el Pincha, viejardo?" y cosas así. No daba poner que tenía un momento de flaqueza emocional y que lo extrañaba cuando me cocinaba.

Me preparé la cama, enchufé el celular y, bastante agitados por haber visto el partidazo que hicieron los Chichos del Cholo contra el Chivas nos fuimos a dormir. Había llegado, me aflojaron con una cena de reyes y se me dio por aprender de las respuestas que el Chicho tiraba con total generosidad; suficiente para un solo día.

*

volver

siguientes
| Viernes de clases 1 - 2 - 3 - 4 | Sábado de sorteos y venta
*