Octubre octubre

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Salimos el domingo con mucha lluvia. 8 de la mañana y no se veía el sol ni se esperaba que mejore. De todas formas, nos animamos. El auto 0 km de prestado, el registro sin estrenar y unos buenos mates para acompañar el camino fueron suficiente para entusiasmarnos y decidir viajar.
Había maratón de no sé qué marca de zapatillas chinas así que nos fuimos por Cangallo hasta el Parque Centenario, Angel Gallardo, Avenida San Martín, Avenida General Paz, Panamericana, Ruta 9, Avenida Circunvalación, Costanera Rosarina. Visto así, parece fácil llegar. Y lo es.
Los primeros 140 km fueron abajo de la lluvia con el auto aquaplaneando en una perfecta autovía que no me dejaba superar los 100 km/h por una cuestión de seguridad... y porque si rompía el Clio prestado me rompía el alma.
Después paseamos por ahí. Las fotos de rigor y el viento. Mucho viento.
Agarramos un puentecito de 5 km que atraviesa el río Paraná y terminamos en Victoria, Entre Ríos. Conocimos el Casino y la costa: hermoso y barato... un chori, una morci, un trozo de siete huesitos de asado, un par de chinchulines, una porción de papas fritas y una coca de 1 litro y medio por sólo 45 points.
Fotinas y volver.
En Rosario buscamos dónde pasar la noche y nos volvimos locos así que esperamos a vernos con Mercedes y Gervasio.



El encuentro fue en un bodegón, El Ancla, que tiene más años que todos nosotros juntos. La picada y la pizza con cerveza lo confirmó: de oficio. Nos pasaron unos datos interesantes, me regalaron un par de libros que pronto estaremos chusmeando y después, bajo la lluvia, nos mandaron a un par de hoteles alojamiento que salían alrededor de unos 100 points la noche. Pensá que estaba todo lleno. El único hotel "común" que encontramos con una habitación de camas separadas nos quería cobrar 316 points. Una locura.
Terminamos en Tauro, un telo de menos una estrella sin tele, ni radio, ni aire y con la ventana a la calle. Por suerte pudimos guardar el auto en la cochera y dormimos un poco tranquilos: había manejado 750 km en 17 horas. En cualquier sentido, un récord.

Lo que nos sorprendió es que, al pasear por albergues transitorios, nos dimos cuenta que los rosarinos ¡no pernoctan! Son todos turnos de 2 o 3 horas. Qué bárbaro. Tuvimos que pagar 3 turnos y, como el tipo nos vio cara de cansados y le contamos que veníamos de buenos aires nos regaló un cuatro turno así que nos levantamos el lunes a las 10 de la mañana.


La vuelta fue relajada y con unas facturas rosarinas letales: medialunas "saladas". Cosa rara, no rica pero barata. La Capital, para ver qué pasa en Rosario y la autovía cargada de camiones. Todos pero todos, a 130 km/h. Nosotros llegamos a los 160 en tramos de sobrepaso.
Ahí me di cuenta pero no lo dije: como escritor, soy un gran piloto.


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